En el barrio de Chueca, recoveco liberal madrileño par excellence, hay un restaurante que desde fuera podría ser cualquier otro. Un local moderno y luminoso, con grandes vitrinas que dan a la calle, como tantos otros en esta zona de la capital. Sin embargo, al entrar a pedir mesa uno se da cuenta de que en realidad se encuentra en uno de los pocos restaurantes kosher de la ciudad. Es importante matizar que no es el único, aunque no conozco a ninguno con un ambiente tan juvenil, en el que reza en una pizarra, "Welcome to Tel Aviv", como para recordar que su referente cultural es la vida abierta, diversa, multicultural, tolerante y laica de la ciudad israelí.
Mientras probaba lo que debe ser el mejor hummus de España junto con un plato riquísimo con berenjena, me saltó la pregunta, ¿podría estar Tel Aviv en Madrid?
La pregunta hay que explicarla. Madrid es, sin duda, una ciudad abierta al mundo y tiene la suerte de tener un gobierno autonómico que, aunque falla en algunas áreas, se presenta como un fiel aliado de Israel, a diferencia del gobierno central, que parece jugar a dos bandas para mantener contentos a sus aliados de extrema izquierda. Sin embargo, por motivos históricos, aunque algunos en la extrema derecha lo quieran negar, España es un país con una gran escasez de musulmanes, y de judíos.
España, en general, tiene una deuda histórica con ambas comunidades, al haberlas expulsada el mismo año que se lanzó a colonizar el continente americano. De todas formas, en los últimos años sus gobernantes solo han ofrecido una reparación a los judíos sefardíes, y en muy escasa medida teniendo que los requisitos dejaban fuera a gran parte de los que buscaban atraer.
De la misma forma que se creó el estado de Israel como hogar para los judíos -y también árabes-, ¿podría España ser algún día el Jerusalén de los antecedentes de los sefardíes -así como de los descendientes de los bereberes- que buscan retornar a sus raíces?
Por supuesto, no va a ser así. Plantear la posibilidad es esencialmente retórico. Hoy en día España figura en las estadísticas como uno de los países más antisemitas de Europa, y tampoco se notan muchas ganas -o capacidad- de integrar a una gran población musulmana. Una crítica que es un dardo tanto para la izquierda antisemita como para la derecha islamófoba.
Las curiosidades no acaban allí. La historia de España es la de un país que celebra la "reconquista" de Al Andalus, con la que se logró transformar un país árabe en uno cristiano, y que para ello, obra de los Reyes Católicos, expulsó o obligó a convertir a la población islámica y judía. Hablamos de sucesos que acontecieron hace medio milenio, sin embargo, el legado sigue. Hoy día apenas el 2% de la población profesa una religión no cristiana. En definitiva, Fernando e Isabel tuvieron bastante éxito en su día construyendo un hogar para los cristianos.
Si la España actual es producto de una expulsión violenta, la de Israel es, en cambio, la de unos soñadores que buscaban huir de un mundo que les exterminaba, que fueron comprando tierras de manera completamente legítima, y que acabaron formando su estado bajo un mandato de Naciones Unidas, en tierras que anteriormente fueron colonizadas por los británicos. Solo surgió la violencia cuando todos sus vecinos árabes en su conjunto se lanzaron al ataque con la misión de destruir el nuevo estado.
Salvando las diferencias, pues, resulta algo incoherente la incomprensión por parte de muchos españoles hoy en día al ver como es capaz de prosperar un país judío en tierras que le fueron conquistados muchísimos siglos antes. Porque en España también vivimos en tierras que según la misma lógica, no son nuestras. Y este hecho no pasa desapercibido entre el islamismo radical, que sigue soñando con recuperar Al Andalus, de la misma forma que los de Hamás quieren rebatir a Israel toda la tierra entre el río Jordán y el Mar Mediterráneo.
Me aventuro a sugerir que quizás no quieran que vuelvan los judíos porque saben que les seguirán los musulmanes, y que ese porcentaje del 2% se convierta en algo así como 26%, como actualmente es el caso en Israel. Porque sí, critican a Israel, sin darse cuenta de lo absurdo que es tachar a Israel de anti-islámico cuando, salvando las penurias que ahora sufren los israelíes en el contexto del actual conflicto bélico, es hoy un país mucho más heterogéneo que España. Es este punto no hay comparación. Y si hoy es blanco del terrorismo más radical, también lo podría ser España mañana. Pero eso no es ir contra el Islam. Hay que acabar con Hamás y el actual régimen de Irán para que judíos, musulmanes y cristianos puedan convivir en un pequeño espacio de Oriente Medio.
Y en España no estamos para darles lecciones. En definitiva, nos queda un buen trecho para convertirnos en un país tan abierto y tolerante como hoy lo es Israel, y para merecer en España una ciudad como Tel Aviv.
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